Pon a prueba tus conocimientos resolviendo adivinanzas con metáforas. Aunque estas adivinanzas son generalmente difíciles, puede verificar las respuestas si lo necesita.
Delante de Dios estoy,
entre cadenas metida,
ya me suben, ya me bajan,
ya estoy muerta, ya estoy viva.
Como dos luceros cuelgo,
delante de dos cavernas,
sujeta estoy de dos ramas
que siempre están derechas.
Iglesia chiquitilla,
gente menudilla,
sacristán de palo
y no lo aciertas en un año.
Soy un palito muy derechito,
y encima de la frente
llevo un mosquito,
que ni pica, ni vuela,
ni toca la vihuela.
Una copa redonda y negra.
Boca arriba está vacía.
Boca abajo está llena.
Verde como el campo,
campo no es.
Habla como el hombre,
hombre no es.
Para bailar me pongo la capa.
Y para bailar me la vuelvo a quitar.
Porque no puedo bailar con la capa.
Y sin la capa no puedo bailar.
El rey y la reina con ocho peones.
Caballos y torres, combaten y comen.
Si me mojas hago espuma
con ojitos de cristal
y tu cuerpo se perfuma
mientras llega mi final.
Quién es un viejo ligero.
Que es de cuatro movimientos.
Puestos en doce cimientos.
Que, a cualquier pasajero.
Da más penas que contentos.
¿Cuál es la casa formada
de vestidos de animales;
cinco hermanos desiguales
hacen en ella morada,
para librarse de males?
Estoy en el cielo,
estoy en el mar,
también en las turquesas
y el pavo real.
Dos niñas en un balcón,
que bailan a un mismo son.
Un campo bien labrado
no gasta reja ni arado.
Sin ninguna ceremonia,
con el sombrero calado,
va delante de su rey,
del Papa y del magistrado.
Una colcha remendada
y no tiene una puntada.
Una vieja tontiloca,
con las tripas en la boca,
llama gente y alborota.
Una dama en verde prado,
con vestido bien bordado.
Veintiocho caballeros
Espaldas negras y lisas.
Delante, todos agujeros.
Por dominar se dan prisa.
Retumban los tambores con ecos tremendos.
Y chispas fugaces, cae agua a raudales.
Tengo cinco habitaciones.
En cada una un inquilino.
En invierno cuando hace frío.
Están todos calentitos.
Soy rey de un imperio
en toda nación,
tengo doce hijos
de mi corazón;
de cada uno tengo 30 nietos,
la mitad son blancos,
la mitad son negros.
¿Qué cosa, qué cosa es?
Que vuela sin tener alas.
Y corre sin tener pies.
¿Qué espejo aquél puede ser
que aunque le des mil porrazos,
no lo harás jamás pedazos?
Una palomita,
blanca y negra;
vuela sin alas,
y habla sin lengua.
Hombre soy de gran limpieza
y apreciado de mis amos,
todos me traen en las manos
porque sirvo con presteza;
y aunque no tengo cabeza,
tengo más de cien mil pies,
y el enigma mayor es,
que aunque blanco o amarillo,
cedo porque soy juicioso
y para todos un pillo.
Una cajita chiquita,
blanca como la cal:
todos la saben abrir,
nadie la sabe cerrar.
Debajo de tierra hay un convento.
Todas las monjitas visten de negro
y se alimentan de su sustento.
Blanco salí de mi casa
con el tiempo enverdecí,
pero como blanco era,
blanco al final me volví.
Somos más de una
y salimos con la Luna,
si te pones a contarnos
te va a faltar más de una.
Vienen ovejas del monte
con estrellas en la frente.
Una cajita de Dios,
se abre y se cierra
y no se marchita.
Es una red sin medida,
cuyos nudos no se ven
y duran toda la vida.
De esa red de pescar,
unos quieren salir
y otros quieren entrar.
En un castillo redondo.
Doce caballeros de guardia están.
Un flaco lancero y un gordo escudero.
Marchan al compás.
En la ventana soy dama,
en el balcón soy señora.
En la mesa cortesana
y en el campo labradora.
Un árbol con doce ramas.
Cada rama, cuatro nidos.
Cada nido, siete pájaros.
Cada cual con su apellido.
Dime quién será un soldado,
tan poco animoso y fuerte,
que viene con lanza armado,
y si al contrario ha pasado
él mismo se da la muerte.
Soy cuerpo que nadie vio,
resisto entre los mortales,
soy causa de muchos males,
pero si faltase yo
morirían lo animales.
De doce hermanos que somos,
el segundo yo nací
y soy el más pequeñín.
¿Cómo puede ser así?
Una estancia abovedada
donde el eco se recrea;
un batallón de soldados
repartidos en hileras;
no son machos los más fuertes,
que son los más fuertes hembras,
y una mujer entre ellos
por habladora está presa.
Animal que come con tus dientes,
pero tú no puedes comer con los suyos.
En un rincón de la clase,
dónde yo estoy colocada,
acudes con los papeles
que no te sirven de nada.
Una capilla llena de gente.
Un capellán en medio.
Que predica siempre
Treinta y dos sillitas blancas
en un viejo comedor,
y una vieja parlanchina
que las pisa sin temor.
Vuela sin alas, silba sin boca.
Azota sin manos.
Y tú ni lo ves ni lo tocas.
Mis caras redondas,
¡qué estiradas son!
a fuerza de golpes,
así canto yo.
Una dama blanca,
por un campo negro,
anda que te anda
y el campo se llena
de blancas pisadas.
Un convento bien cerrado,
sin campanas y sin torres
y muchas monjitas dentro,
preparan dulces de flores.
Entre dos piedras feroces
sale un tío dando voces.
Una vieja, muy revieja,
con un solo ojo y un rabo muy largo,
sólo come tela;
y a cada bocado,
pierde un trocito de rabo.
Las monjas delante
con vestido blanco
siempre tú verás,
y a un cura de rojo
que viene detrás.
De la huerta yo he venido
de ver al padre prior,
traigo los hábitos verdes
y encarnado el corazón.
Una dama blanca, alta y delgada,
con la nariz larga y colorada;
mientras la nariz arde y crepita,
la dama se vuelve pequeñita.
Tiene barbas y no es hombre,
tiene dientes y no come.
Guardada en estrecha cárcel
por soldados de marfil,
está una roja culebra
que es la madre del mentir.
Tiraste a mi padre,
tiraste a mi abuelo,
y contigo me estaré
hasta verme yo en el suelo.
Lomos y cabeza tengo.
Aunque vestida no estoy.
Muy largas faldas mantengo.
Verde fue mi nacimiento,
negra fue mi mocedad,
y ahora me visten de blanco
para llevarme a quemar.
Dos niñas asomaditas
cada una a su ventana;
lo ven y lo cuentan todo,
sin decir una palabra.
Tan grande
como una tajá de bacalao,
sube al monte
y baja ganao.
Yo con mi hermana gemela andamos.
Siempre al compás,
con la boca por delante
Y los ojos por detrás.
Uso aguja sin coser.
Corto sin tijeras.
Y ando sin pié.
Vueltas y vueltas
doy sin cansarme,
cuando no bebo
paro al instante.
Treinta caballitos blancos
Por una colina roja.
La iglesia de barro,
el sacristán de palo,
los monaguillos
verdes y negrillos.
Cuando entra el sacristán,
todos se echan a temblar.
Agujero de ratón,
guarda la casa como un león.
Tengo un mantón de manila
que no lo puedo doblar,
tengo bastante dinero
que no lo puedo contar,
y tengo medio melón
que no lo puedo partir.
¿Qué tengo?
Verde me crié,
rubio me cortaron,
duro me molieron,
blanco me amasaron.
Formamos, como soldados, en una fila
y somos carniceros toda la vida.
Incapaz soy de llorar,
doy amparo al peregrino,
por mis ojos de continuo
lágrimas corren al mar.
¿Qué empieza con 4 patas, luego con 2 y, termina con 3 patas?
Ver respuestaHay en una plaza nueva
un monte y en él dos cuevas,
más abajo un hondo pozo
que tiene su brocal rojo,
altas ventanas iguales.
En ellas dos niñas guapas
que, entre bellas cristaleras,
todo lo ven y lo cucan.
Redondo como la luna
y blanco como la cal,
me hacen de leche pura
y ya no te digo más.
Desde hace miles de años
hemos transportado al hombre;
ahora nos lleva escondidos
en el motor de su coche.
Blanca fue mi niñez,
morada mi mocedad,
negra y prieta mi vejez,
adivina qué será.
Al revolver una esquina
me encontré con un convento,
las monjas vestidas de blanco,
la superiora en el centro,
más arriba dos ventanas,
más todavía un par de espejos
y en lo más alto la plaza
donde pasean los caballeros.
Un corral de vacas blancas, y en el medio, la colorada
Ver respuestaCuatro monjitas
en un conventito,
sin ninguna puerta
y sin ventanito.
Un abuelo chiquitillo,
arrimao a la pared,
con la chorrinilla fuera,
adivina lo que es.
Una señorita
muy aseñorada
nunca sale afuera
y siempre esté mojada
Es hombrecito pelado,
todo cabeza y sin pies,
lo comes frito y guisado,
adivíname quién es.
Tengo bandera rayada,
sobre el monte está lanzada.
Una señorita
de carnes muy blandas,
que sin ser enferma
siempre está en la cama.
Tengo un tabique en el medio.
Dos ventanas a los lados.
Por las que entra el aire puro.
Y sale el ya respirado.
Nazco y muero sin cesar.
Sigo no obstante existiendo.
Y sin salir de mi lecho.
Me encuentro siempre corriendo.
Hay un animal o cosa
que en cada paso que da,
pierde un trozo de su cola.
Una pregunta muy fácil,
sabiéndola contestar.
¿Qué planta se riega justo,
cuando la van a cortar?
En un huerto no muy llano
hay dos cristalinas fuentes;
no está a gusto el hortelano
cuando crecen las corrientes.
Entre dos murallas blancas
hay una flor colorada,
que con lluvia o buen tiempo
esta siempre bien mojada.
Casa con dos cuartos,
nueva cada mes,
llena está de gente,
dime tú quién es.
Zapatos de goma
Ojos de cristal
Con una manguera
Lo alimentarás.
Dentro del garaje
Lo sueles guardar.
Tan grande como un corral,
come carne, come carne,
pero nunca come pan.
Por un callejón oscuro
baja un viejo dando tumbos.
¿Cuál es esa fortaleza
que está llena de soldados,
con vestidos colorados,
con huesos y sin cabeza,
de real insignia adornados?
Muchos soldaditos,
siempre muy blanquitos,
siempre trabajando
todos muy juntitos.
Ciudadano muy mirado.
Moderno camaleón.
Subido en tu árbol.
Cambias de color.
Dos hermanas en la plaza.
Ambas marchan a la par.
Si una da doce vueltas.
La otra una, nada más.
Vive en pie constantemente
Con los brazos hacia fuera
Se desnuda en el otoño
Y se viste en primavera.